En Francia en el siglo XIX hubo un debate científico:
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Louis Pasteur, químico, bacteriólogo y pionero de la microbiología moderna, postuló la “Teoría del germen” según la cual las enfermedades infecciosas se producían por la entrada en el cuerpo de microorganismos, alterando el funcionamiento de los órganos y tejidos.
Por otro lado, Claude Bernard, otro científico francés, defendía el paradigma del “Medio Interno”: La enfermedad se producía por un estado defectuoso o débil del terreno (de nuestros cuerpos).
El se preguntaba ¿si en nuestra sangre, en nuestro intestino, en nuestro cuerpo existen miles de millones de microbios, por que unas veces nos enferman y otras no?
Claude Bernard argumentaba que cuerpo se vuelve susceptible a los agentes infecciosos solo si se perturba el medio interno, el terreno. Como resultado de cambios en este terreno, los microbios se desarrollan dando lugar a la enfermedad.
Vale también preguntarse ¿porque frente a una epidemia, a pesar de estar expuestos al mismo germen, algunas personas enferman y otras no?
La ciencia médica se volcó de lleno a la teoría del germen de Pasteur; sus aportes fueron el punto de partida para el desarrollo de un arsenal de métodos para combatirlos, y lamentablemente, llevamos décadas forjando la idea de guerra contra los microorganismos, dejando de lado cualquier otro factor determinante de enfermedad infecciosa.
Sin embargo poco antes de morir, Pasteur reconoció con su famosa frase “Claude Bernard tenía razón: el agente no es nada, el terreno lo es todo”.
Entonces, si es el desequilibrio del medio interno lo que facilita el daño por gérmenes, entonces nosotros simplemente debemos restablecer el equilibrio para quitar las condiciones de las cuales se alimentan los gérmenes.
Algunos aspectos determinantes del medio interno son estado de nutrición, nivel de acidez, nivel de oxigenación, nivel de toxicidad, estrés, microbioma que a su vez repercutirán en la capacidad del sistema de defensa del organismo
La ciencia del siglo XXI nos está demostrando una y otra vez la importancia de las barreras que nos defienden (piel, intestino, etc.) y su MICROBIOTA. Resulta que nuestras propias bacterias son esenciales para el buen funcionamiento de nuestro sistema inmunológico, por lo que el equilibrio del microbioma es fundamental para nuestra salud y supervivencia.
El microorganismo, el virus, es necesario para que se produzca una enfermedad infecciosa, pero no es factor suficiente. Es hora de conjugar todos los aspectos: abordar al virus y al huésped en todas sus dimensiones.
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